Una de las maravillas de vivir en al Ciudad de México es que siempre tienes un puesto favorito de comida a menos de tres manzanas a la redonda. La otra maravilla es que la ciudad es plana, así que si encuentras otro puesto de comida favorito más lejano puedes agarrar tu bicicleta y rodar hasta allá. Sobre todo sí es en la noche y ya no hay tráfico.
Ayer rodamos a las 11:30 de la noche con el colectivo hasta Altamirano y Ribera de San Cosme, en la San Rafael, por unas doraditas de papa: tortilla rellena de puré de papa, doblada por mitad, frita, abierta y completada con lechuga, crema, queso añejo rayado y salsa o guacamole. Por alguna extraña razón no son tan populares en el puesto como los tacos de bistec o las quesadillas (con y sin queso) pero les juramos vale la pena hacer la cola para probarlas. No habíamos vuelto desde la vez que nuestro fallecido roomate Axel nos invitó unas, así que fue una noche para recordar, hasta las pedimos con frijoles, como a él le gustaban. Seguro se revolcó de la envidia desde el más allá. Si nos dice cómo le mandamos unas con cariño.
Fotografía de una pieza de Alejandro García Contreras.